Mandalas. Fuerza para el alma y el espíritu

¿De qué depende que el cuarto de hora de espera en un atasco te haga casi explotar o que emplees esa misma energía en algo útil? ¿Del atasco? ¿De Dios o del carácter con el que lamentablemente te ha equipado? ¿O del enfoque y la importancia que le das al atasco?

Cada día nuevo –nos dicen Marlies y Klaus Holitzca en Mandalas. Fuerza para el alma y el espíritu– nos ofrece un inmenso abanico de posibilidades para nuestro crecimiento personal. Las fuerzas que nos impulsan o nos bloquean provienen pocas veces del exterior, aunque sólo en nuestra imaginación llegan a desarrollar su fuerza impulsiva. Tanto las nimiedades como las cosas realmente importantes y esenciales de la vida tejen un tapiz complejo, abigarradamente entrelazado.



Mandalas. Fuerza para el alma y el espíritu es un mazo de cartas para la meditación diaria. Se compone de 32 cartas de mandalas que tienen inscrito un aforismo. Si unimos el reverso de las 32 cartas, se formará una composición completa de mandalas. Los mandalas y los aforismos son independientes; no obstante se entremezclan para crear, en cada capítulo del libro que acompaña a las cartas, sabias y poéticas historias llenas de reflexiones humorísticas sobre nosotros mismos y nuestro prójimo. Acompañadas de ejercicios sencillos y eficientes que nos invitan al autoconocimiento, a potenciar nuestra creatividad y energía interior, a aceptar y amar la realidad tal y cual es, a tener éxito en los desafíos diarios a los que tenemos que enfrentarnos, a que nuestros días estén marcados por la paz y la relajación que sólo depende de mi.



Marlies y Klaus Holitzca con sus mandalas para la meditación, nos exhortan en este nuevo milenio a potenciar ese antiguo aforismo “conócete a ti mismo”, como un trampolín hacia una vida plena y rica. Segundo a segundo, día a día cada uno de nosotros teje su propio futuro. ¿Qué retrospectiva te gustaría tener al final de tu vida?



Carta 2:

Todo actúa en coincidencia,

se desarrolla en conjunto,

se apoya mutuamente


Despertar del alma

En aquellos días cuanto todavía Dios moraba sobre la Tierra, llegó un viejo campesino y le dijo: “Tú eres Dios y has creado la Tierra. Seguramente es una gran hazaña, pero tengo que decirte que no eres un buen campesino. Ni siquiera conoces las reglas más simples de la agricultura. Si quieres puedes aprender algo de mí.”

Y Dios le preguntó al campesino: “¿Qué consejo me das?”

“Lo mejor sería concederme un año. En un año te enseñaré lo que se puede hacer de este mundo. Sigue tan sólo durante un año mi consejo y ocúpate de que todo se cumpla tal y como yo te indique. Verás cómo al terminar el año no habrá ni hambre ni pobreza en la Tierra”.

Dios asintió con la cabeza y aceptó el trato. El campesino disponía sólo de un año y enseguida comenzó a hacerle peticiones a Dios, pero únicamente las más indicadas.

El tiempo para sembrara era justo el adecuado. Ni demasiado frío ni demasiado calor. Las temperaturas eran ideales, de modo que las semillas podían germinar y crecer óptimamente. Si el campesino pedía sol, éste salía; si pensaba que necesitaba agua, encargaba lluvia. Además, puso mucho cuidado para que todo se desarrollara de forma agradable y de la mejor manera. Ninguna tormenta se produjo ese año sobre los campos amenazando con doblar las espigas; ninguna tempestad se desencadenó sobre ellos, y ni animales ni enfermedades amenazaron la cosecha.

A diario, el campesino visitaba los campos. Con orgullo, miraba por encima de los maravillosos cultivos, donde el trigo crecía tan alto y espeso como nunca. Y todos los días encargaba a Dios el tiempo ideal para el desarrollo de las cosechas. Poco a poco los exuberantes trigales se tiñeron del color del oro y el campesino se paseó delante de Dios, muy orgulloso, llamando su atención sobre su lograda obra. “Ésta cosecha será tan abundante que podremos vivir diez años de ella. Ya nadie tendrá que pasar hambre o tendrá que trabajar”, le decía a Dios. “¿No te dije que podrías aprender mucho de mí?”

Pero cuando las espigas fueron segadas y llevadas a la era, descubrió en la trilla que no contenían granos. El campesino, sorprendido corrió junto a Dios, y le preguntó: “¿Dónde está el trigo? ¿Qué ha salido mal?”

“Te has olvidado de una parte esencial”, le contestó Dios. “Un poco de roce y de retos son necesarios. Los relámpagos y truenos, la tristeza y el dolor, enriquecen lo mismo que la felicidad y la alegría. Tú has evitado todo lo que a tu parecer era dañino y así el trigo quedó sin germinar. Las tormentas y las tempestades son necesarias, al igual que el sol y el cielo azul, porque despiertan el alma del trigo”.



Escríbenos tu comentario

en el Blog y/o

Contáctanos al: 91 524 01 42

(C/ San Alberto, 1 -Esq. Montera, 23. Metros: Sol, Gran Vía)

http://www.santeriamilagrosa.com/museodeltarot/

http://www.santeriamilagrosa.com







Comentarios

  1. quisiera saber si tú tienes la imagen de la carta que dice algo así como "o lo uno o lo otro, tanto si ... como si, ni.. ni" ¿En el medio quien está? no estoy segura del número, creo que es como la 25 o no recuerdo el número.. gracias

    ResponderEliminar

Publicar un comentario